Agustina Fioretti, Ilusión del Sur
Proyecto desarrollado en el consulado de Argentina en Nueva York y en la embajada Argentina en Washington

No es sencillo hablar de algo, nombrarlo, cuando la relación entre las palabras y las cosas está rota. Podríamos comenzar este texto citando una fábula. Buscar, por ejemplo, alguna que narre la creación del mundo, de una nación o del hombre. Más difícil sería encontrar una sobre la disolución de la palabra, lo que no necesariamente significa su agotamiento. Cuando se rompe la relación entre las palabras y las cosas, lo que queda de manifiesto es que debemos buscar otras formas de interrogar la constitución misma del espacio y del tiempo, los dos grandes a-priori del mundo occidental. Ilusión del sur podría ser una primera pista para pensar esas otras formas posibles. Si desclasificamos un primer acercamiento en el orden del sentido común, entonces la ilusión quizá no sea sencillamente aquello que se opone a la realidad para quedar del lado de la fantasía, sino un elemento de futuro – estético y político – para pensar otras posibilidades. El sur, no tanto por su pertenencia a lo geográfico, sino como concepto capaz de agrupar a las alteridades globales en continuo movimiento, es una oportunidad para imaginar un nuevo reparto del tiempo y de los espacios. El nomadismo, la errancia, son en la historia de la cultura occidental degradados frente a la idea del sedentarismo, lo que permitió imaginar, entre otras cosas, a los grandes Estados. La idea de movimiento, por el contrario, evoca una matriz extraña. Rechazada, parece más propia de bárbaros e indígenas – o de los actuales inmigrantes – que vagan en ese espacio sin espacio que es la frontera.  Ilusión del sur da cuenta de los flujos de movimiento que circulan entretejiendo historias de migraciones propias de una familia y de un país – Argentina- caracterizado por recibir flujos migratorios, pero también, en distintos procesos históricos, de expulsar a los propios. El espacio y el tiempo entonces se desvanecen como conceptos fijos para dar lugar a otras formas, más dinámicas y prolíficas, propias de los gestos, los reflejos y de los cuerpos en movimiento.